OTROS DÍAS (V)

21 a 27 de abril de 2025

LUNES

Los padres ponen música en el coche con sus hijos sentados atrás con muchísima ligereza, como si esas canciones no fueran a marcarlos para siempre. Quizás creen que solo es la banda sonora inofensiva del viaje de vuelta de la playa o del colegio. Pero sabiéndolo o no, están ahí sembrando algo irremediable. Meten a los niños en el coche y les tatúan en la infancia a Sabina, a Serrat, a Bruce Springsteen, a Tom Jones, a Ana Belén, a Siniestro Total.

Después uno crece, se hace el sofisticado, escucha jazz, hip hop de Chicago o a Björk, pero suena Tu calorro y todo se va al carallo: vuelve como a lomos de un tsunami el olor a coche, el niño que mira por la ventana un mundo que todavía no entiende. Las canciones que escuchamos en la infancia envuelven lo que vivimos para presentarlo unos años después como un regalo, que es lo que a veces son los recuerdos. Cecilio G. tiene una canción sobre su padre muerto que dice: “He soñado contigo esta noche / Manolo Garcia en el coche”.

Luego algunos hijos se convierten en padres y se creen más listos, más cultos, más progres, más todo. Y ahí están en 2025 poniendo en el coche La Flaca de Jarabe de Palo (o la de Calamaro) y sus niños memorizando para siempre cada verso sobre chicas, cocaína y derrotas. Recuerdo ver un vídeo que compartió en Instagram Novedades Carminha, un grupo que proponía rock and roll como expresión juvenil orientada a que la gente se divirtiera, bailase y follase. Unos padres jóvenes random habían grabado a sus niños pequeñísimos en el coche cantando un tema suyo, tal vez Cariñito. Esos niños tendrán ahora cerca de diez años, y en un abrir y cerrar de ojos cumplirán veinte, entrarán en un supermercado, sonará esa canción medio indie medio tropical y les partirá en dos sin saber muy bien por qué. Novedades Carminha anunció su disolución en 2022, parece muy difícil pensar que esos hijos llegaran por sí mismos a sus canciones y ese diálogo intergeneracional disfrazado de playlist me parece disparatado, comunal y hermoso. Porque la música de nuestros padres y de nuestra infancia no se olvida, solo se agazapa, y vuelve siempre sin pedir permiso

MARTES

Intento no ser de los que se suben a un púlpito a gritar que el mundo se acaba, pero me asusta (y creo que es una angustia civilizada, sobria, primaveral), que unos cuantos cerebritos en California nos vengan a decir al resto del mundo lo que queremos hoy y lo que vamos a querer mañana. La máquina que adopta el lugar del usuario y decide por él: los algoritmos que nos infantilizan proponiendo búsquedas similares a las que ya hemos realizado. Tenemos acceso a toda la información, pero es una información viciada que nos explica a qué restaurante tenemos que ir o con quién deberíamos ligar. Cuando todo se vuelve calculable mediante algoritmos y datos acumulados, la felicidad desaparece, porque la felicidad por definición escapa a todo cálculo.